lunes, 16 de marzo de 2015

Tiempo Muerto, restos de lo que fuimos

La muerte hilarante 
Por Ximena Biosca


“¿Cuánto tiempo de nuestra vida invertimos en cosas que no conducen a nada? ¿Cuánto tiempo viviste al lado de la persona equivocada? ¿Cuánto tiempo de tu vida dedicaste a una persona que no te hace feliz?”. Así de retórica y existencialista se autopresenta Tiempo Muerto, sátira dramatúrgica que nos hace reír de lo más temido: la muerte.

El escenario: el cementerio. Ahí se encuentra Isadora, una muerta joven apocada que ha tenido una vida triste y solitaria.

Los otros personajes: un hombre opaco y obsesivo que no recuerda el motivo de su muerte pero sigue workoholicamente atado a la vida por su celular, y la hilarante y patética Guadalupe, que ríe y llora al mismo tiempo ya que su vida fue tal infierno que celebra la muerte y sus acechanzas. A ellos se le sumará un personaje del reino de los vivos del que no conviene adelantar la aparición.

Lo más distintivo es el lenguaje: diálogos ágiles y llenos de lugares comunes acerca de la muerte. El libro de Javier Zain es dinámico, divertido y repleto de connotaciones. Porque Tiempo Muerto es una invitación a reírnos de todos los clichés de la muerte y de sus connotaciones. La muerte desacralizada, la muerte temida, la muerte muerta que nos involucra en sus dominios, nos increpa graciosamente y nos hace reflexionar sobre las vidas muertas de algunas personas.

La escenografía/utilería, rasgo distintivo y esperado en todas las obras de Zain, funciona como engranaje perfecto en la aceitada maquinaria teatral de los diálogos. Toda la tumba en sus bloques funcionales es un gran significante cargado de simbolismos. Una tumba es reloj, es tiempo, es esclavitud: es todos los sentidos con que podamos dotarla.

La dirección de Javier Zain no deja nada al azar. Las marcaciones son precisas, tanto en lo gestual como en el tono de voz. En ese sentido merecen destacarse las dos labores femeninas, Rosina Calabria y Lola  Archetieguy, cuyas máscaras y rictus ya nos hablan antes de enunciar palabra. Guadalupe con su risa y su llanto es la que nos conduce en este cuento donde todo es límite entre la risa, los nervios y la introspeccción. Los personajes femeninos nos llevan siempre al límite donde vida y muerte se intersectan -hay tanto muerto vivo y tanto vivo muerto-  y nos invitan a un final inesperado.

 Merece destacarse la música de Esteban Rosenzain que no sólo acompaña los cuadros, sino que va creando climas enriqueciéndolos de matices y el maquillaje de Flavia Vilar que hace hablar a los rostros de roturas, corrimientos caractrizaciones, en su punto justo entre los restos del límite entre el semblante de la vida y la muerte.

La muerte en solfa, sin eufemismos, sórdida y rapaz al mismo tiempo, pero sobre todo producto de vidas muertas, garantiza una hora de entretenimiento y larga reflexión después: eso que solo se le puede pedir al buen teatro.

 "Tiempo muerto, restos de lo que fuimos" Libro y Dirección Javier Zain Música original Esteban Rozenszain Actores Lola Acheriteguy, Rosina Calabria, Ezequiel Gilman, Federico Scheinkerman Diseño de arte, diseño de luces y diseño gráfico Javier Zain Vestuario Florencia Valcarcel Escenografía Gabriel Díaz Maquillaje: Flavia Vilar Efectos Especiales: Marcos Ketmayer Asistente Micaela Basadoni Fotografía Carlos Suter Prensa: Ayni Comunicación Coordinación de producción Rosina Calabria Dirección general Javier Zain Producción Compañía Teatral Sólosér Agradecimientos Alejandro Schneider, Silvina Sznajder, Lucía Cholakian
https://www.facebook.com/events/770902782991431/
https://www.facebook.com/companiateatralsoloser/

Teatro El Piccolino. Fitz Roy 2056. C.A.B.A.
Reservas: 4779-0353 o www.elpiccolino.com.ar
Entradas: $120
Duración del espectáculo: 60 min.
 

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