La sordidez hilarante
por Ximena Biosca Montada en el Teatro Molière, que lo dota de una atmósfera especial, "El Cabaret de los hombres perdidos” es un representante fidedigno de lo que sería el nuevo teatro musical, distinto, moderno, bizarro; es sin duda una joya que deleita y que invita a repetir la experiencia.
El espectáculo de Christian Simeón y Patrick Laviosa es puesto en escena por la ecléctica y versátil Lía Jelín (a esta altura una suerte de éxito garantizado), que lo gesta junto a uno de los actores de este desafío, Omar Calicchio.
El Cabaret nos sumerge en el ineluctable descenso a los infiernos de un frágil hetero que termina en un bar/cabaret gay. El personaje de Dicky -al que Esteban Masturini dota de una fragilidad conmovedora- se encuentra con el Destino, Omar Calicchio y todo su histrionismo puesto en juego: pasa de dotar al Destino de una potencia contundente a hacer de una directora porno o estrella venida a menos que aporta un cinismo invasivo a una rotunda voz. Así, el Destino nos va llevando por el encuentro con un barman tatuador (Diego Mariani, una gran revelación cuando hace los personajes porno y cuando entona una bella canción de amor) enamorado de Dicky. Tembién está Roberto Peloni, un travesti/drag queen todoterreno, que reivindica derechos pero también llora su destierro. A él le toca una de las mejores canciones del musical: “Todos sangrarán”.
Los textos y la canciones son de a ratos trágicas, hondas, tremendas y ofrecen un “mélange” de géneros: el drama de la supervivencia de estos personajes y sus presentes sórdidos y reales. La música es hermosa y las letras (versionadas por Roberto Peloni) de una riqueza y terrenalidad profunda. Gaby Goldman y su piano en vivo se acoplan armónicamente como elemento-personaje y la coreografía de Seku Faillace es moderna y burlona.
Todo es border, todo es límite entre la escena y la sala. En definitiva, El destino, Dicky, la drag queen, el tatuador, cautivan y conmocionan por igual. Por este cabaret se reinventa, se renueva el arte, ya que detrás del humor y la ligereza omnipresentes, la superficialidad y el brillo del arte porno, se transparenta el sufrimiento, la enfermedad, la metáfora de los hombres tatuados, de los amantes perdidos y finalmente la muerte. Otro de los hallagzgos de esta esta obra es su tono burlón sobre los modelos homos y heteros, y los códigos gays. Más allá de la alternativa que opone lo trágico sórdido a lo grotesco sentimental, los dos extremos que acechan a los que quieren ser amados (cualquiera sea su orientación sexual), "no hay misterio, hay solamente presente"; lo humano solo puede ser tocado en el instante, necesariamente único. Ahí está entonces el cabaret, aquel en el que los hombres (y las mujeres también) finalmente se encuentran.
El cabaret de los hombres perdidos. Libro y letras: Cristian Simeón / Música: Patrick Laviosa / Idea original: Jean-Luc Revol / Intérpretes: Omar Calicchio, Diego Mariani, Esteban Masturini, Roberto Peloni y Gaby Goldman / Piano, arreglos y dirección musical: Gaby Goldman / Vestuario: René Diviu y Omar Calicchio / Coreografía: Seku Faillace / Iluminación: Gonzalo Córdova / Sonido: Rodrigo Lavecchia / Adaptación de letras: Roberto Peloni / Coordinación de producción: Gonzalo Castagnino / Dirección: Lia Jelín / Funciones: Lunes y martes, a las 20.30 / Sala: Moliere, Balcarce 682 / Duración: 120 minutos.
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