viernes, 30 de noviembre de 2007
Adriana Szusterman
Desde el jardín
Protagonista de un fenómeno masivo que se mantuvo siempre al margen del circuito, el de Adriana no es un proyecto nuevo. Tiene ocho discos editados -cinco de ellos en forma independiente-, una compañía discográfica propia, tres temporadas a pleno en el Paseo la Plaza, y cientos de miles de discos vendidos.
Maestra jardinera, cantante, actriz, mamá, Adriana siempre supo que quiso dirigirse a los chicos. “No soy una improvisada -dice-, sé lo que les gusta a los chicos, cuál es su tiempo de atención, qué los asusta...” Pero cuando intenta buscar explicaciones a su éxito es mucho más directa: “Lo que sucede con los más chiquitos es algo mágico. Y yo... me muero de amor”.
Por Ariel Saidón.
Acaba de terminar la función y de la sala del Auditorio de Belgrano salen cerca de 1200 personas que acaban de disfrutar de un espectáculo musical. Se les nota en la expresión de sus caras que acaban de pasar un rato agradable, algunos se van tarareando algunas de las canciones, las más atrevidas improvisan una coreografía en el hall del teatro y los más tímidos simplemente sonríen. Los papás se aglomeran frente al improvisado estacionamiento de cochecitos, con servicio de valet parking incluido, para retirar sus ‘vehículos’.
Es que entre el público hay desde bebés que no llegan al año de vida hasta chicos de 6 años y, claro, sus papás o mamás que parecen haber disfrutado tanto como ellos. Mientras la mayoría se va yendo lentamente del teatro, los entendidos esperan. Saben que su ídolo va a salir en cualquier momento y no quieren perderse la posibilidad de tener una foto con ella.
La responsable de tanto alboroto es Adriana, maestra jardinera y animadora de cumpleaños infantiles devenida cantante y actriz, que no espera ni cinco minutos para saludar a sus fans. Se saca fotos, les da un beso a cada uno, incluso hay quien le pide que le cante su canción preferida.
La situación se produjo uno de los tantos días de vacaciones de invierno, cuando Adriana presentaba su quinto CD independiente, Mi corazón en el jardín. Pero la escena se repite, con matices, todos los fines de semana, ya que desde mediados de septiembre se presenta los sábados y domingos a las 17 hs. en el Teatro La Comedia, siempre con el mismo éxito de convocatoria.
¿Contame cómo empezaste y cómo llegás a lograr esto?
Siendo maestra jardinera, las mamás me pedían conocer las canciones que cantábamos en el jardín. Entonces se me ocurrió grabar un cassette con lo que le cantaba a mis alumnos.
Un día le llevé al jardín la propuesta de hacer un CD y, aunque me miraron con cara extraña, me dijeron: dale, hacélo. Hicimos un disco, hicimos dos discos... Cuando me enteré que se habían vendido 250.000 unidades, no lo podía creer. Yo jamás lo pensé como un proyecto comercial, para mí era nada más que registrar lo que yo le cantaba a mis chicos en el jardín y algún día, cuando sea mamá, que mis hijos me escuchen.
Ya alejada del trabajo docente, Adriana continuó animando fiestas infantiles y empezó a estudiar teatro, canto y comedia musical, buscando por ese camino. Editó un tercer disco bajo el paraguas del jardín donde trabajaba y se animó a presentarlo en un teatro. “Nos dieron una sala en el Paseo La Plaza y llenábamos todos los días, no lo podíamos creer”, recuerda todavía asombrada.
Ese éxito y el contacto con el público fue lo que la animó a lanzarse como solista. Junto a su marido, Sergio Strauch crearon un sello discográfico y editaron en forma independiente sus propios CD.
“Me di cuenta que quería empezar a contar y escribir mis propias canciones y, también, que aparezca mi nombre en el disco, porque finalmente yo fui la creadora de todo esto. Empezar con Cantando con Adriana fue toda una decisión y hubo que empezar de cero. Pero sentía realmente que lo que yo tengo, nadie me lo puede quitar. Sentía que claramente encontré el camino”, cuenta.
El público del teatro infantil es cada vez de más corta edad, pero en tu caso hay hasta bebés con menos de un año, ¿puede haber un teatro para chicos tan chiquitos?
Depende de lo que vos le des. Yo siento que es tan mágico... no encuentro otra palabra para definirlo que no sea magia. Un niño de esa edad no espera, si se aburrió te lo hace ver al segundo, entonces se crea una energía tan fuerte que yo me muero de amor. Vos viste lo que son estos enanos...
¿Qué es lo que queda hoy de Adriana maestra jardinera?
Mi corazón en el jardín, como dice este disco. Es que para mí son muy importantes mis raíces, y no me refiero sólo a los valores que mis viejos me enseñaron, sino a mi formación como docente. Yo estudié Ciencias de la Educación, fui maestra jardinera, soy mamá... Entonces, conozco el código de los chicos. No es que de repente empecé a improvisar y como es invierno hago algo para chicos. Yo sé qué les gusta, qué los asusta, que los divierte, qué los aburre, cuál es su tiempo de atención, cuándo hay que cortar...
¿Pero eso lo podés percibir arriba del escenario? Porque la relación de una maestra con los chicos en el jardín es muy directa, muy cercana, en cambio acá es diferente.
Es diferente, y esta sala (Auditorio de Belgrano) es imponente. Pero yo trato de ser siempre la misma, entonces pido que prendan las luces porque los quiero ver y jugar con ellos. Es muy fuerte ver a la gente desde allá arriba, en el pullman, agitando las manos, es como una vibración... Y el contacto con la gente a la salida me encanta. También me escriben muchos e-mails, me cuentan anécdotas, cuáles son sus canciones preferidas.
¿Vos te definís como cantante, actriz, animadora o maestra jardinera?
Creo que es una mezcla, no me pongo títulos. Soy la misma persona arriba que abajo del escenario, y siento que realmente amo esto, que es de verdad y que ellos lo sienten, lo perciben: los chicos y los papás. Este no es un personaje inventado, desde chiquitita yo sabía que quería ser maestra jardinera y trabajar para los chicos. Tengo recuerdos de chica que me marcaron. No sé de qué edad te estoy hablando, pero me acuerdo, por ejemplo, que una vez se me rompió una muñeca. “No importa, no llores, te voy a comprar otra”, me decían. Yo sentí que no me entendían; para mí mundo, esa muñeca era todo.
¿Cuál es la diferencia entre Adriana mamá y Adriana artista?
Soy así, totalmente así. Lo que pasa que, como cuento en la canción “Mi corazón en el jardín”, una cosa es lo que yo pensaba cuando era maestra y otra lo que viví siendo mamá. Esa canción la escribí porque como maestra trataba de entender lo que le pasa a un papá en el momento de dejar a su hijo en el jardín. Se desesperan, lloran, quieren espiar por la ventana... ‘¡Qué exagerados!’, decía yo. Pero cuando fui mamá pude entender lo que se siente en ese momento. Cuando sos mamá te cambia todo; ahí te caen todas las fichas.
Y ahora te siguen los chicos, pero también las mamás y los papás disfrutan del espectáculo.
Es que ellos se mueren de amor cuando ven a su hijo feliz. Creo que eso es lo que a mí me queda al final del camino. Porque hay cosas que todavía no las puedo creer. Es cómo si estuviera mirando la película de mi vida.... ¿Con qué me quedo? Con los afectos. Porque no siento que yo tenga “la voz”, ni que sea “la cantante” o “la actriz”... Pero me relajé un poco con eso. Antes me daba mucho miedo: “¿estaré preparada?”. Pero, ¿sabés qué? Perdí muchos trenes buscando la excelencia. A veces buscando el ideal te perdés lo que está pasando. Y cuando descubrí cuál era la esencia que ellos buscaban de mí... me relajé.
En el espectáculo integrás a los adultos, sin necesidad de hacer guiños específicos para ellos...
Claro que los incorporo, porque están presentes y me siento identificada como mamá en ellos. Pero lo hago de la manera más natural, los invito a jugar. O con canciones de cuando ellos eran chicos. Pasaba en anteriores espectáculos con “Buenas noches, queridos conejos” o “Despeinada” que los abuelos se volvían locos. O ahora con la del tigre Gregorio, que la cantábamos los papás cuando íbamos a la escuela. Por eso, siempre trato de cuidar mucho el repertorio y que la música suene bien... Algunos papás me dicen: ‘yo te quiero confesar un secreto, se baja el nene del auto y yo dejo tu disco, sigo cantando...’.
¿Cuál creés que fue el motivo que hizo que esos primeros discos tuvieran tanto éxito?
La verdad que yo nunca imaginé que iba a romper la fronteras que rompió, no fue algo buscado para nada. De lo que sí soy consciente es de cómo hice ese trabajo. Armé el estudio en la sala de jardín, con la idea de que ni se note que hubiera micrófonos, cantábamos, jugábamos, nos disfrazábamos. Para el segundo disco llevé a los chicos al estudio y eché a todo el mundo... “Abrí el micrófono y grabá”, les dije. Quería capturar su naturalidad... Entonces los chicos se sienten identificados porque es de verdad.
Siempre te manejaste en los márgenes de la industria discográfica y del circuito comercial. ¿Tuviste relación con algún sello discográfico en estos años?
Sí, me llamaron hace dos años de BMG y me llueven propuestas de productores para hacer esto mismo en teatros más importantes. Pero no me quiero dejar deslumbrar por las grandes cosas, las grandes palabras... quiero buscar lo que sea adecuado. Aunque tenga que ir despacito, porque la gente se da cuenta cuando es a pulmón.
¿Y si te hicieran una propuesta para televisión?
Muchas veces los papás me preguntan, ¿y la tele?. Yo siento que me gustaría estar en la tele por el hecho de que mi propuesta pueda llegar a más gente; porque veo la respuesta del público. Pero no me desespera la fama ni estar por estar, sino que quiero seguir cuidando este producto. Con lo que sueño es con un ciclo tipo cierre de transmisión a la hora de dormir. Eso me encantaría, un espacio donde le cuente a los chicos una anécdota que le pasó a mi personaje, un cuento o cantemos una canción. Algo que los chicos estén esperando cada día.
[revista Planetario]
Planeta Adriana
Adriana empezó recopilando en un cassette las canciones que le cantaba a sus alumnos de jardín de infantes, con una guitarra y su voz como únicos instrumentos. Tanto le gustó a las mamás tener ese material que surgió la idea de editar un disco institucional del jardín. Un papá hizo el contacto con una discográfica, el jardín puso su nombre y Adriana su voz. Así apareció el primer CD de Cantando en Amapola, al que luego le siguieron los volúmenes 2 y 3. Casi sin proponérselo, los discos se convirtieron en uno de los más importantes fenómenos de ventas en el rubro de la música infantil, superado sólo por los productos televisivos.
Creó junto a su marido Sergio su propio sello musical (Para chicos producciones) y editó otros cinco discos en forma independiente (Jugar x Jugar, Pepe, Siempre hay una canción, Homenaje a M. E. Walsh, y el reciente Mi corazón en el jardín).
Su formación incluye casi completa la carrera de Ciencias de la Educación, pero también estudió teatro con Héctor Presa, coreografía con Ricky Pashkus, canto con Angel Mahler y comedia musical con Carlos Gianni. Integró durante siete años el elenco de La Galera Encantada. Es mamá de Julieta (11 años) y Martín (6 años), quienes integran el cuerpo de baile de sus espectáculos. Su último disco Mi corazón en el jardín fue seleccionado para competir por el premio Grammy Latino en la categoría música infantil.
Varias veces fue tentada por productoras discográficas, teatrales y televisivas pero ella se negó una y otra vez. “Me gustaría que mi propuesta llegue cada vez a más gente, -confiesa- pero no me quiero dejar deslumbrar por las grandes palabras. Quiero buscar lo que sea adecuado y seguir cuidando el contacto con los chicos”.
[cantandoconadriana.com.ar]
Hector Presa
Héctor Presa / La Galera Encantada
Héctor Presa se destaca por su contínua producción en el campo del teatro infantil. Como autor, actor y director de La Galera Encantada, grupo estable especializado en teatro para chicos y jóvenes, estrena dos o tres espectáculos por año en su sala del barrio de Palermo.
Su espectáculo “Pido Gancho, la historia de Carlitos y Violeta” ganó el Clown de Oro en el 40° Festival de Teatro Infantil de Necochea que se realizó el verano pasado, obra por la que obtuvo, además, el premio al mejor actor.
Ocho actores (Lali Lastra, Matías Zarini, Gloria Sacristán, Silvina Prieto, Maite Garibaldi, Brebda Mc Cormack, Marcela Luzny y el propio Presa), dos asistentes de dirección (Esteban Abuin y Miguel Murúa), una vestuarista (Silvia Copello), una coreógrafa (Mecha Fernández), un músico (Angel Mahler) y una titiritera (Leila Bamondi), son los integrantes de La Galera Encantada, uno de los pocos grupos estables dedicados específicamente al teatro infantil.
Desde su formación en 1978, estrenó más de 50 obras, todas con gran aceptación de público y crítica. Posee una sala propia en el barrio de Palermo en la que, actualmente está presentando tres espectáculos y prevee estrenar dos más entre fines de mayo y principios de junio. Junto con la reposición de otros “espectáculos de archivo”, en las vacaciones de invierno tendrá en cartel diez propuestas diferentes.
Héctor Presa es el director general del grupo, pero además el autor de todas las obras y protagonista en la mayoría de ellas. Sus espectáculos están basados en el juego teatral, con elementos del clown y la comedia musical.
Además de ser autor, sos el que dirige las obras y a veces también actuás. ¿Cómo vivís eso de estar en los tres lugares al mismo tiempo?
Yo no lo siento como áreas distintas sino como una cosa planteada en forma integral. Y estoy tan acostumbrado que cuando me falta uno me pierdo, siento que me falta algo. Porque en definitiva, a pesar de haber tenido muchos logros y premios como director, el actor está ahí adelante. Si bien los tiempos y los espacios de laburo son distintos, hay un funcionamiento muy armónico entre las áreas que me hace no diferenciarlas.
Desde el punto de vista autoral, ¿qué temas te interesan?
Hace un par de años que estoy trabajando en relación a los afectos, a los tratos, a la comunicación entre la gente, a la pérdida de los valores. Nuestro último estreno, “Roperos S.A.S.A.”, habla de la posibilidad de soñar, “Pido Gancho…” habla del amor, y “VeZinas” (que estrena en junio) sobre los buenos tratos en el barrio.
Creo que somos nosotros, los artistas, los que desde el teatro podemos ofrecer una opción distinta; que rescate la posibilidad de asombro de los chicos en una sociedad en la que aparentemente se les entrega todo servido en bandeja. La vez pasada, una madre nos comentó que llegó a su casa y no encontraba a su hijo porque se había metido adentro del ropero. Y cuando le preguntaron qué estaba haciendo dijo que estaba soñando. Si le pasa esto a uno, ya está. Lo que uno siente que puede llegar a transmitir, está cumplido con creces.
Eso con respecto a tus propias historias. Pero también hiciste adaptaciones de cuentos clásicos.
La adaptación que más disfruté fue la de el Mago de Oz; para mí ese cuento encierra el concepto del teatro para chicos. Y El Payaso de Oz fue una historia contada por tres clowns. Lo que más me gustó fue la posibilidad de quebrar el cuento, encontrar formas más novedosas de contarlo. Siempre que he adaptado algo lo he hecho por ese lado, nunca he contado un cuento como está. Es más, con cuentos que no conocía del todo, los escribía y después chequeaba para ver si había algo.
Pero lo último que adapté fue Blancanieves y los 8 enanitos, hace dos años. Después me fui alejando de las adaptaciones y, en este momento estoy más interesado en el teatro de autor.
¿Y como actor? ¿trabajás también dirigido por otros?
Casi todos los años. Pero no en teatro para chicos. Hice “Inodoro Pereyra”, el año pasado estuve haciendo la gira de “Porteños” y ahora estoy haciendo “Orquesta de Señoritas”.
Es mucho más tranquilo y lo disfruto mucho pero cada vez que participo en espectáculos afuera me doy cuenta que el funcionamiento de La Galera es realmente fantástico.
En cambio, cuando los actores no se conocen y hay que armonizar criterios, todo cuesta más; el director se vuelve loco tratando de juntar estilos y formas distintas.
¿Cuáles son las ventajas de ser un grupo estable, especializado en teatro infantil?
En primer lugar, que vivimos de lo que hacemos. Trabajamos con colegios e instituciones a las cuales tenemos que proveer permanentemente de materiales y, como mínimo, hacemos un estreno por año de espectáculos para chicos.
Pero además, el hecho de ser un Grupo Estable nos permite tener una proyección enorme. Me permite a mí pensar en escribir personajes o pensar situaciones para un determinado actor o grupo de actores. Yo sé lo que voy a estrenar el año que viene y te podría decir que también sé lo que voy a estrenar el otro año. De alguna manera, el propio proceso creativo genera un nuevo proceso creativo y así sucesivamente.
¿El hecho de trabajar siempre con la misma gente, no te limita en algún aspecto desde lo creativo?
No. De todos modos, la contra que podría haber en ese sentido está notablemente compensada con el hecho de no tener que inculcar permanentemente tu ideología de trabajo. Es como jugar siempre con el mismo equipo. Preguntale a los hinchas de Boca si no quieren mantener el mismo equipo que salió Campeón del Mundo, te venden tres jugadores y tenés que empezar de nuevo. Eso no indica que el proceso siguiente por ahí no sea mejor, pero yo soy un ferviente defensor de los grupos; mi ideología pasa por el trabajo cooperativo.
¿Cuál es el lugar del teatro para chicos, la sala o la escuela?
El lugar ideal para el teatro para chicos es la sala; porque el hecho artístico se produce en un espacio cerrado y aclimatado a eso. Pero la realidad es que el aspecto económico y el tema de la seguridad hicieron que sea complicado para un docente tener que salir a la calle con treinta chicos. Por eso, los grupos tuvieron que ir a las escuelas. Y cuando nosotros vamos, los espectáculos van idénticos: mis escenografías son todas chiquitas, muy lindas estéticamente y con mucho juego, pero se pueden llevar a cualquier lado. Entonces no hay dos mensajes, hay uno solo. Llevamos micrófonos inalámbricos, luces y si el colegio tiene de repente un salón de actos cerrado, el espectáculo que vas a ver es casi idéntico.
Sin embargo, es distinto al teatro de fin de semana porque no está el adulto. Por ejemplo, si hacés una función para un fin de semana con 100 personas, 40 son adultos; hay un clima y una respuesta. En cambio, en una función para una escuela el 90 % son chicos, y el clima varió totalmente.
Haciendo un poco de memoria, ¿qué es lo que te atrajo del teatro para chicos?
Yo hice mis primeros años de carrera como actor en el San Martín, en una versión para chicos de Cyrano de Bergerac. Por supuesto que era uno más del elenco numerosísimo que había. Con el tiempo, lo que me atrajo fue el género de la comedia musical y el género del humor. Y el juego dramático como consigna fundamental para trabajar. Cuando yo hago un casting, busco actores que tengan una posibilidad interna de juego y que no tengan que armar la maquieta de un chico jugando.
¿La comedia musical y cierto teatro para adultos también tienen juego, entonces qué es lo que caracteriza al teatro infantil?, ¿el tema?
No tanto el tema como la forma en que está encarado. Hay un permiso de juego y un código distintos. Es muy probable que un chico viendo Hamlet le avise a su papá que lo van a matar, le grite o lo alerte.
Pero yo no diferencio al teatro para chicos del teatro para adultos desde el punto de vista del rigor. Es una tarea que requiere de una enorme responsabilidad, como requiere de una enorme responsabilidad hacer teatro para adultos. Aunque en el teatro para chicos hay contenidos que se cuidan de una manera distinta; porque el espectador es una persona que está en formación.
¿Se podría decir, entonces, que el teatro para chicos tiene además una función educativa?
Como en el teatro para adultos, la primer función del teatro para chicos es entretener, conmover. La diferencia es que estás ofreciendo un producto en un período de aprendizaje y ahí es donde se suma algo.
Pero no es que el teatro tenga que educar. El teatro didáctico no es teatro, es otra cosa. Porque ahí no está presente el juego. El año pasado ví muchos espectáculos en inglés y todos adolecen de un problema: son didácticos. Hablan bárbaro, cantan como los dioses, el mensaje es clarísimo… ¿y el juego?
¿Cómo ves la situación del teatro infantil?
Yo creo que el teatro infantil en la Argentina es un fenómeno muy extraño, porque hay una superpoblación de espectáculos que a veces es alarmante. Evidentemente, la cantidad no determina la calidad pero creo que esto de alguna manera hace a un movimiento interesante, a que se produzcan algunas cosas piolas.
En este momento hay cinco, seis o siete grupos o personas que son referentes del teatro para chicos en Argentina, y que vienen siendo referentes desde hace años. Pero hay que estar atentos, porque entre las producciones sueltas pueden aparecer cosas interesantes.
[http://www.revistaplanetario.com.ar/archivo_planetario/entrevista17.htm]
Héctor Presa se destaca por su contínua producción en el campo del teatro infantil. Como autor, actor y director de La Galera Encantada, grupo estable especializado en teatro para chicos y jóvenes, estrena dos o tres espectáculos por año en su sala del barrio de Palermo.
Su espectáculo “Pido Gancho, la historia de Carlitos y Violeta” ganó el Clown de Oro en el 40° Festival de Teatro Infantil de Necochea que se realizó el verano pasado, obra por la que obtuvo, además, el premio al mejor actor.
Ocho actores (Lali Lastra, Matías Zarini, Gloria Sacristán, Silvina Prieto, Maite Garibaldi, Brebda Mc Cormack, Marcela Luzny y el propio Presa), dos asistentes de dirección (Esteban Abuin y Miguel Murúa), una vestuarista (Silvia Copello), una coreógrafa (Mecha Fernández), un músico (Angel Mahler) y una titiritera (Leila Bamondi), son los integrantes de La Galera Encantada, uno de los pocos grupos estables dedicados específicamente al teatro infantil.
Desde su formación en 1978, estrenó más de 50 obras, todas con gran aceptación de público y crítica. Posee una sala propia en el barrio de Palermo en la que, actualmente está presentando tres espectáculos y prevee estrenar dos más entre fines de mayo y principios de junio. Junto con la reposición de otros “espectáculos de archivo”, en las vacaciones de invierno tendrá en cartel diez propuestas diferentes.
Héctor Presa es el director general del grupo, pero además el autor de todas las obras y protagonista en la mayoría de ellas. Sus espectáculos están basados en el juego teatral, con elementos del clown y la comedia musical.
Además de ser autor, sos el que dirige las obras y a veces también actuás. ¿Cómo vivís eso de estar en los tres lugares al mismo tiempo?
Yo no lo siento como áreas distintas sino como una cosa planteada en forma integral. Y estoy tan acostumbrado que cuando me falta uno me pierdo, siento que me falta algo. Porque en definitiva, a pesar de haber tenido muchos logros y premios como director, el actor está ahí adelante. Si bien los tiempos y los espacios de laburo son distintos, hay un funcionamiento muy armónico entre las áreas que me hace no diferenciarlas.
Desde el punto de vista autoral, ¿qué temas te interesan?
Hace un par de años que estoy trabajando en relación a los afectos, a los tratos, a la comunicación entre la gente, a la pérdida de los valores. Nuestro último estreno, “Roperos S.A.S.A.”, habla de la posibilidad de soñar, “Pido Gancho…” habla del amor, y “VeZinas” (que estrena en junio) sobre los buenos tratos en el barrio.
Creo que somos nosotros, los artistas, los que desde el teatro podemos ofrecer una opción distinta; que rescate la posibilidad de asombro de los chicos en una sociedad en la que aparentemente se les entrega todo servido en bandeja. La vez pasada, una madre nos comentó que llegó a su casa y no encontraba a su hijo porque se había metido adentro del ropero. Y cuando le preguntaron qué estaba haciendo dijo que estaba soñando. Si le pasa esto a uno, ya está. Lo que uno siente que puede llegar a transmitir, está cumplido con creces.
Eso con respecto a tus propias historias. Pero también hiciste adaptaciones de cuentos clásicos.
La adaptación que más disfruté fue la de el Mago de Oz; para mí ese cuento encierra el concepto del teatro para chicos. Y El Payaso de Oz fue una historia contada por tres clowns. Lo que más me gustó fue la posibilidad de quebrar el cuento, encontrar formas más novedosas de contarlo. Siempre que he adaptado algo lo he hecho por ese lado, nunca he contado un cuento como está. Es más, con cuentos que no conocía del todo, los escribía y después chequeaba para ver si había algo.
Pero lo último que adapté fue Blancanieves y los 8 enanitos, hace dos años. Después me fui alejando de las adaptaciones y, en este momento estoy más interesado en el teatro de autor.
¿Y como actor? ¿trabajás también dirigido por otros?
Casi todos los años. Pero no en teatro para chicos. Hice “Inodoro Pereyra”, el año pasado estuve haciendo la gira de “Porteños” y ahora estoy haciendo “Orquesta de Señoritas”.
Es mucho más tranquilo y lo disfruto mucho pero cada vez que participo en espectáculos afuera me doy cuenta que el funcionamiento de La Galera es realmente fantástico.
En cambio, cuando los actores no se conocen y hay que armonizar criterios, todo cuesta más; el director se vuelve loco tratando de juntar estilos y formas distintas.
¿Cuáles son las ventajas de ser un grupo estable, especializado en teatro infantil?
En primer lugar, que vivimos de lo que hacemos. Trabajamos con colegios e instituciones a las cuales tenemos que proveer permanentemente de materiales y, como mínimo, hacemos un estreno por año de espectáculos para chicos.
Pero además, el hecho de ser un Grupo Estable nos permite tener una proyección enorme. Me permite a mí pensar en escribir personajes o pensar situaciones para un determinado actor o grupo de actores. Yo sé lo que voy a estrenar el año que viene y te podría decir que también sé lo que voy a estrenar el otro año. De alguna manera, el propio proceso creativo genera un nuevo proceso creativo y así sucesivamente.
¿El hecho de trabajar siempre con la misma gente, no te limita en algún aspecto desde lo creativo?
No. De todos modos, la contra que podría haber en ese sentido está notablemente compensada con el hecho de no tener que inculcar permanentemente tu ideología de trabajo. Es como jugar siempre con el mismo equipo. Preguntale a los hinchas de Boca si no quieren mantener el mismo equipo que salió Campeón del Mundo, te venden tres jugadores y tenés que empezar de nuevo. Eso no indica que el proceso siguiente por ahí no sea mejor, pero yo soy un ferviente defensor de los grupos; mi ideología pasa por el trabajo cooperativo.
¿Cuál es el lugar del teatro para chicos, la sala o la escuela?
El lugar ideal para el teatro para chicos es la sala; porque el hecho artístico se produce en un espacio cerrado y aclimatado a eso. Pero la realidad es que el aspecto económico y el tema de la seguridad hicieron que sea complicado para un docente tener que salir a la calle con treinta chicos. Por eso, los grupos tuvieron que ir a las escuelas. Y cuando nosotros vamos, los espectáculos van idénticos: mis escenografías son todas chiquitas, muy lindas estéticamente y con mucho juego, pero se pueden llevar a cualquier lado. Entonces no hay dos mensajes, hay uno solo. Llevamos micrófonos inalámbricos, luces y si el colegio tiene de repente un salón de actos cerrado, el espectáculo que vas a ver es casi idéntico.
Sin embargo, es distinto al teatro de fin de semana porque no está el adulto. Por ejemplo, si hacés una función para un fin de semana con 100 personas, 40 son adultos; hay un clima y una respuesta. En cambio, en una función para una escuela el 90 % son chicos, y el clima varió totalmente.
Haciendo un poco de memoria, ¿qué es lo que te atrajo del teatro para chicos?
Yo hice mis primeros años de carrera como actor en el San Martín, en una versión para chicos de Cyrano de Bergerac. Por supuesto que era uno más del elenco numerosísimo que había. Con el tiempo, lo que me atrajo fue el género de la comedia musical y el género del humor. Y el juego dramático como consigna fundamental para trabajar. Cuando yo hago un casting, busco actores que tengan una posibilidad interna de juego y que no tengan que armar la maquieta de un chico jugando.
¿La comedia musical y cierto teatro para adultos también tienen juego, entonces qué es lo que caracteriza al teatro infantil?, ¿el tema?
No tanto el tema como la forma en que está encarado. Hay un permiso de juego y un código distintos. Es muy probable que un chico viendo Hamlet le avise a su papá que lo van a matar, le grite o lo alerte.
Pero yo no diferencio al teatro para chicos del teatro para adultos desde el punto de vista del rigor. Es una tarea que requiere de una enorme responsabilidad, como requiere de una enorme responsabilidad hacer teatro para adultos. Aunque en el teatro para chicos hay contenidos que se cuidan de una manera distinta; porque el espectador es una persona que está en formación.
¿Se podría decir, entonces, que el teatro para chicos tiene además una función educativa?
Como en el teatro para adultos, la primer función del teatro para chicos es entretener, conmover. La diferencia es que estás ofreciendo un producto en un período de aprendizaje y ahí es donde se suma algo.
Pero no es que el teatro tenga que educar. El teatro didáctico no es teatro, es otra cosa. Porque ahí no está presente el juego. El año pasado ví muchos espectáculos en inglés y todos adolecen de un problema: son didácticos. Hablan bárbaro, cantan como los dioses, el mensaje es clarísimo… ¿y el juego?
¿Cómo ves la situación del teatro infantil?
Yo creo que el teatro infantil en la Argentina es un fenómeno muy extraño, porque hay una superpoblación de espectáculos que a veces es alarmante. Evidentemente, la cantidad no determina la calidad pero creo que esto de alguna manera hace a un movimiento interesante, a que se produzcan algunas cosas piolas.
En este momento hay cinco, seis o siete grupos o personas que son referentes del teatro para chicos en Argentina, y que vienen siendo referentes desde hace años. Pero hay que estar atentos, porque entre las producciones sueltas pueden aparecer cosas interesantes.
[http://www.revistaplanetario.com.ar/archivo_planetario/entrevista17.htm]
viernes, 9 de noviembre de 2007
Carlos Gianni
Músico, docente y compositor, Carlos Gianni es un especialista en el terreno de la música infantil. Y dentro de este en el del teatro musical.
Desde “La Vuelta Manzana”, estrenada en 1970, hasta “Huesito Caracú” y “Sietevidas, la vuelta del gato”, estrenadas en 2001, y la última versión de “Vivitos y Coleando”, presentada en 2002, compuso la música de más de cuarenta espectáculos y programas de televisión para chicos. Como docente dirige, junto a Mariano Moruja y Gabi Goldberg, un Taller de Teatro Musical que realiza sus propias producciones. En su estudio recibió a Planetario, la guía de los chicos, donde contó detalles sobre su trabajo.
Un estudio de grabación con todos los adelantos tecnológicos, una sala con piano de cola y espacio suficiente para el trabajo de otros músicos, conforman el ámbito natural de Carlos Gianni, como él mismo se define “un músico especializado en la música para chicos”.
“Muchas veces se supone que la música o el espectáculo para niños son el primer paso en el camino de alguien que se está desarrollando. Pero uno no manda a su hijo a que lo cure un estudiante de medicina sino que espera a que se reciba y que se especialice en pediatría. Yo creo un poco en esta fórmula de especialización en todo lo que se refiere a los chicos. Porque es un mundo que hay que conocer especialmente.”
En ese sentido, ¿qué es lo específico de la producción cultural para chicos?
En mi intención, lo específico es pensar que lo que se hace es algo que ellos necesitan. Y además que tenga algunas características propias de los chicos. Por ejemplo, la posibilidad de cambio, la emoción, la profundidad y, fundamentalmente, el juego.
No son las características habituales de lo que se consume como música para niños, que por lo general es lo opuesto a esto. Pero yo intento otra cosa. No siempre con el mismo éxito de popularidad pero sí con el mismo éxito de permanencia. Los chicos están trabajando hoy algunas canciones que yo escribí hace más de 20 años. Canciones que nadie sabe quien hizo, que se cantan en los jardines, como por ejemplo “Al agua pato” o “La canción del ciempés” (El ciempés es un bicho muy raro). Algunas salieron de espectáculos, otras de la tarea docente con niños en clases de expresión corporal y la difusión fue mucho más folk, de persona a persona, que a través de los discos o el material escrito.
¿A qué atribuye que chicos de hoy, con gustos e intereses distintos, canten esas canciones escritas hace veinte años?
Es la propuesta lo que lo mantiene vivo. Es cierto que los chicos, en algún sentido, hoy tienen vivencias distintas. Pero la necesidad de emocionarse, de divertirse, de jugar, de profundizar en temas, de que se les hable de cosas conmovedoras o que los hagan pensar, eso no cambió. Sucede lo mismo que con el trabajo de María Elena Walsh que ya es un clásico, que permanece. A esto se van sumando los Aserejé, las Bandana, los Ilarié, y todas las cosas que se van sucediendo en la medida que los golpes de popularidad manejados por los medios masivos los van levantando y los van bajando a piacere de otros intereses que no son el niño y lo artístico.
¿Como puede intervir el adulto en esa elección?
La misión de los adultos, llamémonos padres, docentes o generadores de proyectos, es la de enseñarles a los chicos a conocer todos los materiales y poder elegir con precisión, con algún criterio. De esa manera, me parece que los chicos van a tener la posibilidad de elegir en muchos otros ámbitos no solamente en el de la música. Van a exigir que les muestren variantes para poder elegir y no se van a quedar con la única versión de una propuesta. Esto puede pasar en la política, en las escuelas con los temas que se traten en el aula, con la música, con la literatura o con el cine. Por eso la propuesta en cuanto a la música que produzco es que tenga mucha variedad, que pase por distintos estilos. Aparecen el jazz, el rock, el tango, el folclore, la música moderna…
El componer música para un espectáculo, ¿implica una limitación artística para el músico?
No, implica conocer la poética del teatro, implica conocer cuál es la misión de la música dentro del espectáculo. Cuando eso está claro, entonces la cosa es tan simple como componerla sin el espectáculo. Porque lo que uno está haciendo es contar con otro lenguaje lo mismo que se está contando con el texto, con la luz, con las acciones que realizan los actores.
Esa es la particularidad del teatro, donde se combinan varios lenguajes.
La magia del teatro se produce cuando está logrado el ensamble de los diferentes lenguajes y uno ve el producto sin ver las partes. Como cuando uno mira un paisaje, que ve simultáneamente la luz, el sol, el verde de los pastos, el color de la montaña y el sonido de los pájaros y no está analizando cada una de las partecitas sino que lo vive plenamente.
En el teatro musical, la música no colorea ni ilustra sino que cuenta con otro lenguaje. Es lo mismo que sucede con un vestuario adecuado: vos ves al personaje y antes de que empiece a hablar ya te está contando algo; si es de clase alta o baja, si es del campo o de la ciudad, si es de este país o de otro. En ese sentido me parece que también trabaja la música. Acompaña en la posibilidad de emitir el mensaje, está jugando a contar la historia.
En su caso, después de tantos años de trabajo en conjunto, ¿cómo se da la relación con Hugo Midón?
En general partimos de un texto al cual yo aporto la parte musical y en función de eso surgen las propuestas de la puesta en escena. Logramos ir hacia un mismo lugar porque ya lo que uno hace es prácticamente lo que el otro está esperando que haga. Sin embargo, afortunadamente también hay sorpresas. Aparecen cosas de los textos muy llamativas para mí y aparecen también algunas músicas sorprendentes para él, inesperadas, que es lo que enriquece la cosa. Lo que si tenemos ahora es una súper confianza de que lo que estamos generando en cuanto a la poética y en cuanto al estilo, es el buscado. Es aquél donde está presente la profundidad, el humor, el juego.
El trabajo con Midón es su trabajo más conocido, pero también compuso la música de “Sietevidas” y otros espectáculos de Silvina Reinaudi. ¿Cuál es la diferencia entre ellos al momento de trabajar?
La diferencia entre Silvina y Hugo es que uno es un autor de escenario y la otra es una autora de texto. Silvina es de la literatura, su mundo es lo literario y el mundo de Midón es lo teatral, cuando escribe está pensando en lo que va a suceder en el escenario. Esto a mí me provoca un juego muy interesante porque no es lo mismo trabajar con Midón que es un hombre que tiene prácticamente pensado cual va a ser la propuesta que con Silvina con la cual estamos creando algo que después, por ahí, lo pone otro director. Pero también he trabajado con otros autores y todas las experiencias fueron interesantes.
Volviendo a la música infantil, ¿es necesario ser docente o pedagogo para hacer música para chicos?
Para hacer música hay que ser músico. Pero yo creo que cuando uno hace música para chicos tiene que tener la convicción de por qué, para qué y cuál es el camino y el objetivo que tiene. Cuando uno tiene que hacer un regalo, si conoce a quién tiene que dárselo puede elegir con más precisión. En ese sentido, para hacer música para niños es necesario saber cuáles son las necesidades de los niños.
[via Planetario]
Gianni y sus canciones para recordar
Compuso la música para nada menos que 44 obras infantiles, entre ellas "La vuelta manzana" y "Huesito Caracú"
Dice que, lamentablemente, su especialidad no es bien valorada
por Ruth Mehl 12.01.2002
"Muchas veces me preguntaron de cuántas obras de teatro soy el autor de la música. Siempre dije: "No sé", pero hoy me fijé y son 44 en total. ¡Y hubo cinco espectáculos el año pasado!" Dos de ellos, "Huesito Caracú", y "Sietevidas, la vuelta del gato", fueron ternados para los premios ACE 2001, y uno fue ganador ("Sietevidas...").
Carlos Gianni, compositor y director musical de tantos musicales infantiles, docente, integrante del Momusi, es un apasionado del tema. Y no es para menos: desde 1967, con "El bandolero cantor", de I. Nachman, y 1970 ("La vuelta manzana", de Hugo Midón), hasta "Sietevidas, la vuelta del gato" y "Huesito Caracú", sus sonidos han formado los oídos de muchos niños, algunos ya adultos, que siguen cantando las canciones, a veces sin recordar dónde las aprendieron.
"Por supuesto -dice, mientras sus manos dibujan expresivas coreografías gestuales-, la música puede divertir, jugar, entretener y ser muy útil para cubrir baches en un texto, o darles tiempo a los actores para cambiarse, o transformar un clima cuando no se logra eso con el diálogo o con la acción. Es decir que a veces es utilizada como recurso. Pero a mí lo que me interesa realmente es la integración de los códigos en el teatro, que se reconozca que la música es parte de un lenguaje muy diverso y completo.
"Me gusta trabajar de cerca con el autor y el director. Cada vez elijo cuál es el ritmo y la idea que me sirve para poder contar musicalmente lo que se está diciendo. Generalmente, en ese caso, la música, el texto, la acción e incluso la caracterización, escenografía y vestuario, se unen, y el producto es algo aparte, distinto, que habla por varios frentes diferentes. Lo que hago es sumergirme en la historia y pensar qué asociaciones, qué cosas me disparan esos personajes, o ese lugar, o ese clima, y eso me da el ritmo. Por ejemplo, cuando la mamá de Huesito Caracú le canta al hijo, por una parte es un ritmo folklórico asociado con el ambiente de campo de la obra, y por otra, se me ocurrió un valseado, que me pareció más acorde con la edad del personaje. En "Sietevidas, la vuelta del gato", el cuento del ñandutí evoca un ritmo litoraleño. El viejo cuento de la sopa de piedras, una asociación con música medieval de juglares. Y también, surgen los ritmos modernos, en las estampas de "Salpicón", "Vivitos y coleando" y otras. Realmente, me gusta mucho meterme en la historia y ser parte de ella con los sonidos."
Libertad para crear
Recordando algunas etapas de su labor en el teatro musical, el compositor se refiere al estreno de "Narices", de Hugo Midón, en 1984, como momento clave para un cambio en la manera de abordar la tarea.
"Aparte de las diferencias de cada generación, los cambios en las necesidades del público, lo que siento que ha cambiado en mí, como profesional, es la libertad que me doy para crear.
"Estábamos siempre muy condicionados por las opiniones de los psicopedagogos, de los maestros, de los docentes de música y yo, personalmente, incluso por las de mis propios maestros. Había cosas que podían ser y otras que no. Estaba todo muy acotado, porque era para chicos . Y siento que en la medida en que uno va confiando en su propio lenguaje, va descubriendo que todas las cosas pueden ser aceptadas si se hacen con profundidad, con cierto rigor y con una visión muy clara del objetivo. Para mí hubo un momento clave, cuando me dije: "Ahora empiezo a hacer la música que a mí me surge". Y esto fue con "Narices". Hablábamos de la libertad, del ayer, del hoy y del mañana. Y me dije, como se lo decíamos a todos en el espectáculo: "A partir de hoy tengo que creer en mí, en mis posibilidades, y poder caminar con mis propias ideas". En "Narices" hablábamos de la responsabilidad de ser libres como personas, ya que la sociedad estaba encontrando la libertad de todos. Me empecé a despegar, a sentir que las cosas podían ser como yo las sentía y a partir de ese momento mi música empezó a tener esa característica de juego, de ingenio, de locura."
Un enfoque errado
"Lamentablemente, como todo lo que en el arte tiene que ver con lo infantil, la música de los niños no está suficientemente valorizada. Una madre no lleva a su hijo a ser atendido por un estudiante de medicina. Por el contrario, acude a un profesional que, además de graduarse como médico, estudió una especialidad y es doctor en pediatría. Pero con el arte es todo lo contrario: muchos piensan que si no se animan a componer para los adultos, a lo mejor pueden largarse con algunas "cancioncitas para chicos". Eso, que está demasiado generalizado, es un enfoque no sólo errado, sino peligroso.
"Cuando pienso en qué música voy a escribir, me planteo: ¿cómo son los chicos? Son seres muy sensibles. Entonces, la música tiene que tener esa característica. Son seres que están cambiando. Entonces, la música también tiene que ser dinámica y cambiante. Son seres muy profundos. Entonces, la música tiene que ser profunda. Batiendo palmas solamente no se logra llegar a los chicos, sólo se agita la superficie. Lo que van a seguir escuchando es aquello que los conmueve. Y tiene que tener el juego, que es inherente a los chicos. Así que, cuando aparecen estas características en la música que hago, me digo: estamos por buen camino.
"Por supuesto, hay que reconocer que al igual que los adultos, los niños consumen la moda. Esto es así, pero lo que permanece es lo que los conmueve. Sin duda, hay éxitos inmediatos, músicas y canciones pegadizas que son hits. Pero a mí se me acercan adultos para decirme que siguen escuchando canciones de "Vivitos y coleando", o de "El imaginario", y que se siguen emocionando. Eso es lo que queda. Es lo que pasa con las canciones de María Elena Walsh, con la "Canción del jardinero", con "La reina Batata". El éxito deja una huella transitoria. La emoción, una huella imborrable."
Como docente, Carlos Gianni no solamente ha participado en numerosos congresos y festivales dictando cursos, sino que, junto a Marcelo Moruja y a Gaby Goldberg, conduce el Taller de Teatro Musical. Acaba de regresar del III Festival de Teatro para Niños en Aguascalientes, México, donde acompañó el espectáculo "Objetos maravillosos", de Hugo Midón, del cual es director musical. Regresará a México este año para asesorar a grupos sobre teatro musical para niños.
En cuanto a proyectos, prepara un espectáculo con sus alumnos para presentarlo a fin de año, trabaja con Hugo Midón en la reposición de "Huesito Caracú" en el Paseo La Plaza y en una nueva versión de "Vivitos y coleando", y con Asomados y Escondidos seguirá "en la denodada tarea" de buscar un escenario para reponer "Sietevidas, la vuelta del gato", estrenada el año pasado en el Teatro Cervantes. "Eso, por ahora -concluye-, y todo aquello que me permita trabajar con colegas y amigos para defender el espacio, la dignidad, el nivel profesional que le corresponde a la música para los niños, en el teatro y fuera de él."
[via La Nación]
Desde “La Vuelta Manzana”, estrenada en 1970, hasta “Huesito Caracú” y “Sietevidas, la vuelta del gato”, estrenadas en 2001, y la última versión de “Vivitos y Coleando”, presentada en 2002, compuso la música de más de cuarenta espectáculos y programas de televisión para chicos. Como docente dirige, junto a Mariano Moruja y Gabi Goldberg, un Taller de Teatro Musical que realiza sus propias producciones. En su estudio recibió a Planetario, la guía de los chicos, donde contó detalles sobre su trabajo.
Un estudio de grabación con todos los adelantos tecnológicos, una sala con piano de cola y espacio suficiente para el trabajo de otros músicos, conforman el ámbito natural de Carlos Gianni, como él mismo se define “un músico especializado en la música para chicos”.
“Muchas veces se supone que la música o el espectáculo para niños son el primer paso en el camino de alguien que se está desarrollando. Pero uno no manda a su hijo a que lo cure un estudiante de medicina sino que espera a que se reciba y que se especialice en pediatría. Yo creo un poco en esta fórmula de especialización en todo lo que se refiere a los chicos. Porque es un mundo que hay que conocer especialmente.”
En ese sentido, ¿qué es lo específico de la producción cultural para chicos?
En mi intención, lo específico es pensar que lo que se hace es algo que ellos necesitan. Y además que tenga algunas características propias de los chicos. Por ejemplo, la posibilidad de cambio, la emoción, la profundidad y, fundamentalmente, el juego.
No son las características habituales de lo que se consume como música para niños, que por lo general es lo opuesto a esto. Pero yo intento otra cosa. No siempre con el mismo éxito de popularidad pero sí con el mismo éxito de permanencia. Los chicos están trabajando hoy algunas canciones que yo escribí hace más de 20 años. Canciones que nadie sabe quien hizo, que se cantan en los jardines, como por ejemplo “Al agua pato” o “La canción del ciempés” (El ciempés es un bicho muy raro). Algunas salieron de espectáculos, otras de la tarea docente con niños en clases de expresión corporal y la difusión fue mucho más folk, de persona a persona, que a través de los discos o el material escrito.
¿A qué atribuye que chicos de hoy, con gustos e intereses distintos, canten esas canciones escritas hace veinte años?
Es la propuesta lo que lo mantiene vivo. Es cierto que los chicos, en algún sentido, hoy tienen vivencias distintas. Pero la necesidad de emocionarse, de divertirse, de jugar, de profundizar en temas, de que se les hable de cosas conmovedoras o que los hagan pensar, eso no cambió. Sucede lo mismo que con el trabajo de María Elena Walsh que ya es un clásico, que permanece. A esto se van sumando los Aserejé, las Bandana, los Ilarié, y todas las cosas que se van sucediendo en la medida que los golpes de popularidad manejados por los medios masivos los van levantando y los van bajando a piacere de otros intereses que no son el niño y lo artístico.
¿Como puede intervir el adulto en esa elección?
La misión de los adultos, llamémonos padres, docentes o generadores de proyectos, es la de enseñarles a los chicos a conocer todos los materiales y poder elegir con precisión, con algún criterio. De esa manera, me parece que los chicos van a tener la posibilidad de elegir en muchos otros ámbitos no solamente en el de la música. Van a exigir que les muestren variantes para poder elegir y no se van a quedar con la única versión de una propuesta. Esto puede pasar en la política, en las escuelas con los temas que se traten en el aula, con la música, con la literatura o con el cine. Por eso la propuesta en cuanto a la música que produzco es que tenga mucha variedad, que pase por distintos estilos. Aparecen el jazz, el rock, el tango, el folclore, la música moderna…
El componer música para un espectáculo, ¿implica una limitación artística para el músico?
No, implica conocer la poética del teatro, implica conocer cuál es la misión de la música dentro del espectáculo. Cuando eso está claro, entonces la cosa es tan simple como componerla sin el espectáculo. Porque lo que uno está haciendo es contar con otro lenguaje lo mismo que se está contando con el texto, con la luz, con las acciones que realizan los actores.
Esa es la particularidad del teatro, donde se combinan varios lenguajes.
La magia del teatro se produce cuando está logrado el ensamble de los diferentes lenguajes y uno ve el producto sin ver las partes. Como cuando uno mira un paisaje, que ve simultáneamente la luz, el sol, el verde de los pastos, el color de la montaña y el sonido de los pájaros y no está analizando cada una de las partecitas sino que lo vive plenamente.
En el teatro musical, la música no colorea ni ilustra sino que cuenta con otro lenguaje. Es lo mismo que sucede con un vestuario adecuado: vos ves al personaje y antes de que empiece a hablar ya te está contando algo; si es de clase alta o baja, si es del campo o de la ciudad, si es de este país o de otro. En ese sentido me parece que también trabaja la música. Acompaña en la posibilidad de emitir el mensaje, está jugando a contar la historia.
En su caso, después de tantos años de trabajo en conjunto, ¿cómo se da la relación con Hugo Midón?
En general partimos de un texto al cual yo aporto la parte musical y en función de eso surgen las propuestas de la puesta en escena. Logramos ir hacia un mismo lugar porque ya lo que uno hace es prácticamente lo que el otro está esperando que haga. Sin embargo, afortunadamente también hay sorpresas. Aparecen cosas de los textos muy llamativas para mí y aparecen también algunas músicas sorprendentes para él, inesperadas, que es lo que enriquece la cosa. Lo que si tenemos ahora es una súper confianza de que lo que estamos generando en cuanto a la poética y en cuanto al estilo, es el buscado. Es aquél donde está presente la profundidad, el humor, el juego.
El trabajo con Midón es su trabajo más conocido, pero también compuso la música de “Sietevidas” y otros espectáculos de Silvina Reinaudi. ¿Cuál es la diferencia entre ellos al momento de trabajar?
La diferencia entre Silvina y Hugo es que uno es un autor de escenario y la otra es una autora de texto. Silvina es de la literatura, su mundo es lo literario y el mundo de Midón es lo teatral, cuando escribe está pensando en lo que va a suceder en el escenario. Esto a mí me provoca un juego muy interesante porque no es lo mismo trabajar con Midón que es un hombre que tiene prácticamente pensado cual va a ser la propuesta que con Silvina con la cual estamos creando algo que después, por ahí, lo pone otro director. Pero también he trabajado con otros autores y todas las experiencias fueron interesantes.
Volviendo a la música infantil, ¿es necesario ser docente o pedagogo para hacer música para chicos?
Para hacer música hay que ser músico. Pero yo creo que cuando uno hace música para chicos tiene que tener la convicción de por qué, para qué y cuál es el camino y el objetivo que tiene. Cuando uno tiene que hacer un regalo, si conoce a quién tiene que dárselo puede elegir con más precisión. En ese sentido, para hacer música para niños es necesario saber cuáles son las necesidades de los niños.
[via Planetario]
Gianni y sus canciones para recordar
Compuso la música para nada menos que 44 obras infantiles, entre ellas "La vuelta manzana" y "Huesito Caracú"
Dice que, lamentablemente, su especialidad no es bien valorada
por Ruth Mehl 12.01.2002
"Muchas veces me preguntaron de cuántas obras de teatro soy el autor de la música. Siempre dije: "No sé", pero hoy me fijé y son 44 en total. ¡Y hubo cinco espectáculos el año pasado!" Dos de ellos, "Huesito Caracú", y "Sietevidas, la vuelta del gato", fueron ternados para los premios ACE 2001, y uno fue ganador ("Sietevidas...").
Carlos Gianni, compositor y director musical de tantos musicales infantiles, docente, integrante del Momusi, es un apasionado del tema. Y no es para menos: desde 1967, con "El bandolero cantor", de I. Nachman, y 1970 ("La vuelta manzana", de Hugo Midón), hasta "Sietevidas, la vuelta del gato" y "Huesito Caracú", sus sonidos han formado los oídos de muchos niños, algunos ya adultos, que siguen cantando las canciones, a veces sin recordar dónde las aprendieron.
"Por supuesto -dice, mientras sus manos dibujan expresivas coreografías gestuales-, la música puede divertir, jugar, entretener y ser muy útil para cubrir baches en un texto, o darles tiempo a los actores para cambiarse, o transformar un clima cuando no se logra eso con el diálogo o con la acción. Es decir que a veces es utilizada como recurso. Pero a mí lo que me interesa realmente es la integración de los códigos en el teatro, que se reconozca que la música es parte de un lenguaje muy diverso y completo.
"Me gusta trabajar de cerca con el autor y el director. Cada vez elijo cuál es el ritmo y la idea que me sirve para poder contar musicalmente lo que se está diciendo. Generalmente, en ese caso, la música, el texto, la acción e incluso la caracterización, escenografía y vestuario, se unen, y el producto es algo aparte, distinto, que habla por varios frentes diferentes. Lo que hago es sumergirme en la historia y pensar qué asociaciones, qué cosas me disparan esos personajes, o ese lugar, o ese clima, y eso me da el ritmo. Por ejemplo, cuando la mamá de Huesito Caracú le canta al hijo, por una parte es un ritmo folklórico asociado con el ambiente de campo de la obra, y por otra, se me ocurrió un valseado, que me pareció más acorde con la edad del personaje. En "Sietevidas, la vuelta del gato", el cuento del ñandutí evoca un ritmo litoraleño. El viejo cuento de la sopa de piedras, una asociación con música medieval de juglares. Y también, surgen los ritmos modernos, en las estampas de "Salpicón", "Vivitos y coleando" y otras. Realmente, me gusta mucho meterme en la historia y ser parte de ella con los sonidos."
Libertad para crear
Recordando algunas etapas de su labor en el teatro musical, el compositor se refiere al estreno de "Narices", de Hugo Midón, en 1984, como momento clave para un cambio en la manera de abordar la tarea.
"Aparte de las diferencias de cada generación, los cambios en las necesidades del público, lo que siento que ha cambiado en mí, como profesional, es la libertad que me doy para crear.
"Estábamos siempre muy condicionados por las opiniones de los psicopedagogos, de los maestros, de los docentes de música y yo, personalmente, incluso por las de mis propios maestros. Había cosas que podían ser y otras que no. Estaba todo muy acotado, porque era para chicos . Y siento que en la medida en que uno va confiando en su propio lenguaje, va descubriendo que todas las cosas pueden ser aceptadas si se hacen con profundidad, con cierto rigor y con una visión muy clara del objetivo. Para mí hubo un momento clave, cuando me dije: "Ahora empiezo a hacer la música que a mí me surge". Y esto fue con "Narices". Hablábamos de la libertad, del ayer, del hoy y del mañana. Y me dije, como se lo decíamos a todos en el espectáculo: "A partir de hoy tengo que creer en mí, en mis posibilidades, y poder caminar con mis propias ideas". En "Narices" hablábamos de la responsabilidad de ser libres como personas, ya que la sociedad estaba encontrando la libertad de todos. Me empecé a despegar, a sentir que las cosas podían ser como yo las sentía y a partir de ese momento mi música empezó a tener esa característica de juego, de ingenio, de locura."
Un enfoque errado
"Lamentablemente, como todo lo que en el arte tiene que ver con lo infantil, la música de los niños no está suficientemente valorizada. Una madre no lleva a su hijo a ser atendido por un estudiante de medicina. Por el contrario, acude a un profesional que, además de graduarse como médico, estudió una especialidad y es doctor en pediatría. Pero con el arte es todo lo contrario: muchos piensan que si no se animan a componer para los adultos, a lo mejor pueden largarse con algunas "cancioncitas para chicos". Eso, que está demasiado generalizado, es un enfoque no sólo errado, sino peligroso.
"Cuando pienso en qué música voy a escribir, me planteo: ¿cómo son los chicos? Son seres muy sensibles. Entonces, la música tiene que tener esa característica. Son seres que están cambiando. Entonces, la música también tiene que ser dinámica y cambiante. Son seres muy profundos. Entonces, la música tiene que ser profunda. Batiendo palmas solamente no se logra llegar a los chicos, sólo se agita la superficie. Lo que van a seguir escuchando es aquello que los conmueve. Y tiene que tener el juego, que es inherente a los chicos. Así que, cuando aparecen estas características en la música que hago, me digo: estamos por buen camino.
"Por supuesto, hay que reconocer que al igual que los adultos, los niños consumen la moda. Esto es así, pero lo que permanece es lo que los conmueve. Sin duda, hay éxitos inmediatos, músicas y canciones pegadizas que son hits. Pero a mí se me acercan adultos para decirme que siguen escuchando canciones de "Vivitos y coleando", o de "El imaginario", y que se siguen emocionando. Eso es lo que queda. Es lo que pasa con las canciones de María Elena Walsh, con la "Canción del jardinero", con "La reina Batata". El éxito deja una huella transitoria. La emoción, una huella imborrable."
Como docente, Carlos Gianni no solamente ha participado en numerosos congresos y festivales dictando cursos, sino que, junto a Marcelo Moruja y a Gaby Goldberg, conduce el Taller de Teatro Musical. Acaba de regresar del III Festival de Teatro para Niños en Aguascalientes, México, donde acompañó el espectáculo "Objetos maravillosos", de Hugo Midón, del cual es director musical. Regresará a México este año para asesorar a grupos sobre teatro musical para niños.
En cuanto a proyectos, prepara un espectáculo con sus alumnos para presentarlo a fin de año, trabaja con Hugo Midón en la reposición de "Huesito Caracú" en el Paseo La Plaza y en una nueva versión de "Vivitos y coleando", y con Asomados y Escondidos seguirá "en la denodada tarea" de buscar un escenario para reponer "Sietevidas, la vuelta del gato", estrenada el año pasado en el Teatro Cervantes. "Eso, por ahora -concluye-, y todo aquello que me permita trabajar con colegas y amigos para defender el espacio, la dignidad, el nivel profesional que le corresponde a la música para los niños, en el teatro y fuera de él."
[via La Nación]
Hugo Midon
Con tres espectáculos en cartel, una escuela de teatro y varios proyectos en carpeta, Hugo Midón se muestra como un tipo tranquilo. Reconocido por su trayectoria como autor y director de teatro infantil, dirije desde hace veinte años ‘Río Plateado’, una escuela de formación actoral para chicos, adolescentes y adultos.
Hace casi treinta años estrenó su primer espectáculo, ‘La Vuelta Manzana’, que se repuso el año pasado en el Auditorio San Isidro y este año pasó al Teatro de la Comedia. Está próximo a estrenar en el Auditorio del Museo de los Niños, ‘Objetos Maravillosos’. Además se está presentando, en el Paseo La Plaza, una obra suya en la que actúan chicos de 9 a 14 años, ‘La Familia Fernándes’.
¿Como es el trabajo con los chicos actores de ‘La Familia Fernándes’?
Yo no había hecho hasta ahora espectáculos para chicos con chicos porque me parecía que era muy riesgoso el tema de ellos trabajando, ejerciendo profesionalmente el teatro. Pero depende del clima que se genere. En última instancia, del sentido que para ellos tenga. Tiene que haber un margen para que ellos sientan que es un juego, para que vayan afianzando, dentro de ese juego, ciertas responsabilidades.
¿Los chicos lo viven como un trabajo o como un juego?
Se vive como una responsabilidad. Puede ser muy placentero, pero hay ciertos códigos que también hacen al juego. Tenés que llegar a una hora determinada, tenés que ponerte tu vestuario y cuidarlo porque sabés que mañana te lo vas a tener que poner de nuevo. Códigos que hacen que esta experiencia se pueda repetir. Con respecto a los chicos, en función del teatro o en función de tantas otras actividades que ellos hacen (cantar, pintar, jugar al fútbol), todo requiere de una organización. El juego libre no existe.
En tu escuela trabajás con chicos, ¿son futuros actores?
No pretendemos formar actores niños sino utilizar algunas técnicas del teatro en función de la expresión. Lo tomamos como una actividad creativa para que el chico pueda canalizar, a través de algunos recursos del teatro, su expresión, sus juegos y su relación con los demás.
¿Cómo surgió la idea de re-editar ‘La Vuelta Manzana’, el clásico de Midón?
Surgió a partir de la producción del Auditorium San Isidro. Ellos hicieron un chequeo entre los docentes de la zona para ver qué obra querían ver y ‘La Vuelta Manzana’ fue la más elegida. A partir de ahí vino la propuesta de ellos de producir la obra. Como pasó mucho tiempo, pude hacerla. Sin embargo me cuesta bastante reponer espectáculos. Cada uno conforma una etapa de búsqueda y de ideas que empiezan a rondar, de plasmación de algunas propuestas estéticas que van quedando en el camino. Cada espectáculo fue hecho con un gupo determinado y después volver a armar ese grupo es difícil. Yo estoy muy apoyado en la gente con la que hago las cosas. Entonces, volver a hacerlo en otras condiciones me cuesta un poco.
¿Cómo ves en general el panorama del teatro infantil?
Tiene sus oscilaciones pero en los últimos años creció mucho a nivel de las propuestas artísticas. Por el surgimiento de algunos directores que son interesantes y tienen propuestas personales y maduras. Por ejemplo, Claudio Hochman, el Grupo Libertablas y Claudio Gallardou con La Banda de la Risa. Pero este año lo veo un poco decaído.
¿La televisión tiene algo que ver en eso?
No, eso está siempre. Siempre hay dos o tres espectáculos que bajan de la televisión para vacaciones de invierno y que se pueden vivir como una competencia o se puede tener otra apreciación. Yo creo que no son competencia de lo que nosotros hacemos, es otro público. Nosotros hacemos espectáculos de temporada. Apoyado en el trabajo de muchos años, se va conformando un público que va teniendo confianza en nuestros espectáculos. Hay cosas que no pasan por la televisión.
Como autor, ¿Cómo te sentís cuando otro dirige tus obras?
Mal. Hasta ahora mal. Tuve dos experiencias y realmente no me sentí muy bien. Juan Carlos Gené decía que había autores sentados y autores parados. Yo soy un autor parado, trabajo mucho al pie del escenario con el actor. Las obras mías empiezan siendo como guiones donde hay cosas muy estructuradas desde el comienzo pero todas las situaciones se van modificando. No son obras de teatro donde a través de lo escrito el director tenga una guía muy concreta. Yo ya sé lo que quiero decir, por eso no hago acotaciones en mis libros. Soy como un director que está escribiendo o un autor que dirige. Se me mezclan los roles.
¿Y Midón actor?
También trabajé mucho como actor. Pero después fui siendo distanciado por la complejidad en que nos fuimos metiendo. Las cosas se fueron complicando más desde todo punto de vista, en la puesta, en el trabajo técnico. El hecho de estar en el escenario no me permitía tener, a veces, una visión de conjunto y cada vez era más necesario que yo esté abajo. Fui eligiendo el lugar que me parecía más adecuado. Y me parece que fue una buena elección. Porque a partir de ahí crecí mucho, es otra visión, otra relación con los actores. La imagen del director se confunde bastante si uno está además en el escenario como compañero. Prácticamente dejé la actuación, pero en cualquier momento reaparezco. Tengo ganas de trabajar como actor en teatro para adultos.
¿Te interesa abrir el panorama hacia el público adulto?
Me interesa. Estuve a punto de dirigir ‘Las Hijas de Caruso’, que es un espectáculo donde van a participar Patricia Sosa y Valeria Lynch, pero no dieron los tiempos. Como parte de los talleres de posgrado de mi estudio, estoy trabajando en un espectáculo que se llama ‘Babia, el Bazar de las Ofertas’, un musical para adultos.
[via revista planetario]
Hugo Midón en Acceder, Red de contenidos digitales del Patrimonio Cultural, Ministerio de Cultura, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
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